El camino de Leo

“A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos” escribe Jorge Luis Borges en “El Sur”, uno de sus cuentos más famosos (aquél en el cuál ahonda sobre lo que constituye la identidad argentina); pocas frases representan con mayor precisión la sensación de euforia colectiva.

Desde mucho antes del comienzo del Mundial, un número exorbitante de correlaciones entre los años 2022, 1986 y 1978 habían sido encontradas. En vísperas de la máxima cita del fútbol no existen casualidades, sino causalidades. La pasión no admite coincidencias; solo simetrías. Más allá de entrar en discusiones sobre el sesgo de confirmación, lo que resulta interesante es que esta incesante búsqueda demuestra la voluntad de un pueblo para encontrar, encriptada entre las fábricas de la realidad, una confirmación secreta de que no está ya todo dicho, de que hay un plan para que esta historia tenga el final que tanto se merecía.

En definitiva, de que la vida es justa. Es también Borges quien recoge un tema similar en otro de sus cuentos, al hablar de una verdad escondida, cifrada en el mundo: “Nadie sabe en qué punto la escribió, ni con qué caracteres; pero nos consta que perdura, secreta, y que la leerá un elegido”. El camino que transitó nuestro elegido (y que presagió su pueblo) es absolutamente compatible con el camino del héroe, aquél modelo básico a partir del cual se construyen casi todos los relatos épicos.

Dista esto notablemente de la casualidad: los argentinos encontramos, en este hombre, la oportunidad para erigir el mito que nos representa. Según la narración que fue construyendo la misma gente, nuestro líder es un joven de talento extraordinario, nacido en Rosario, un año después de la consagración eterna de la leyenda que lo precede. Encontró la oportunidad de cruzar el umbral de su mundo conocido al irse a Europa, y ya entonces nadie ignoraba que su potencial era suficiente para volver a ilusionar a nuestra Nación: Ligas, Copas, desempeños inolvidables y Balones de Oro supusieron expectativas desorbitadas, que Leo Messi supo,

increíblemente, cumplir con creces

Sin embargo, así como fueron aumentando las actuaciones excepcionales de nuestro ídolo en España, también se fue consolidando una insólita nebulosa de exigencias: “¿Cuándo logrará el mismo éxito, pero con nuestro país?”. Messi, con la Selección argentina, perdió la final de la Copa América 2007 contra Brasil. Luego, la final del Mundial 2014 contra Alemania (en el alargue). Luego, la final de la Copa América 2015 contra Chile (por penales). Luego, la final de la Copa América 2016, también contra Chile (y también por penales). Estas continuas desilusiones con la Selección Argentina fueron el “descenso a los infiernos” de Messi: aquellas grandes pruebas (las que más le importaban) que no pudo superar.

Lo interesante aquí es que, a la distancia, cada una de las frustraciones (parte indispensable del viaje de nuestro protagonista), lejos de empañar su camino, agiganta su hazaña ulterior por medio de la solidificación de su tarea titánica. Nuestro héroe, luego de enfrentarse al abismo, se ve tentado por la renuncia (en nuestro caso, dejando por un breve lapso de tiempo la Selección), por lo que solo una metamorfosis posibilitará la continuación del viaje. Luego de una esperable eliminación en los octavos de final del Mundial de Rusia 2018, comienza la era Scaloni, lo que supuso la implementación de un cuerpo técnico compuesto por jóvenes exjugadores de la Selección, con un plan claro basado en una idea de juego concreta, una comunicación constante y transparente con los jugadores y un desentendimiento de los escándalos artificiales.

Los resultados no tardaron en llegar: siguiendo la buena actuación en la Copa América 2019, la Selección nacional lograría, en 2021, la obtención de su primer título en 28 años, al vencer a Brasil en la final de la Copa América. Sin lugar a dudas las expectativas para el Mundial en Qatar eran gigantes, y éste resultó ser la prueba agónica que nuestro gran relato requería (y que funciona como una narración completa por sí misma): Argentina le ganó a Francia una de las finales más destacables de la historia de los mundiales; Messi logró superar la prueba culminante y levantó por fin el trofeo que más le importaba en su vida.

¿Qué es lo que le quedaba, entonces, a esta historia? El epílogo: finalmente, la parte restante de la profecía popular se concretó con el retorno de los jugadores a nuestro mundo. El héroe volvió, ahora, al lugar donde comenzó su viaje, pero la situación no es la misma. Él se transformó, y su mundo (el nuestro) será siempre diferente. (Por Santiago Bárcena)

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