El HCD en el acto por el Día del veterano y de los caídos en la guerra de malvinas

El 2 de abril de 1982, en una mañana que seguramente muchos de nosotros recordamos, se anunció la recuperación de las Islas Malvinas,Georgias y Sandwich del Sur.

Territorio nacional usurpado por parte de Gran Bretaña, con la anuencia de EEUU, desde el año 1833. Desde entonces y salvo por aquel arrojo del Gaucho Rivero, quien hizo flamear nuestra bandera por unos meses, nuestro país es víctima de una acción imperialista.

Aquella jornada también puso de manifiesto que la dictadura cívico militar más feroz de que se tenga memoria, encabezada en esos momentos por el Teniente General Galtieri, quería perpetuarse en el poder; sobreactuando un nacionalismo que de ninguna manera estaba en sus genes.

La Guerra de Malvinas es una historia plagada de desventuras personales, errores políticos, ignorancia diplomática e improvisación militar.

Mal entrenados, con hambre, soportando el rigor del clima con pocos pertrechos y un armamento tecnológicamente deficiente, nuestros pibes de 18 años fueron enviados a la guerra sin ninguna posibilidad de negarse.

También fue Malvinas en donde los actos de abuso y violación a los Derechos Humanos permanecieron y aún la Corte Suprema les debe justicia a quienes los padecieron.

Frente a este contexto, uno de los ejércitos más poderosos de la OTAN, con apoyo de EEUU y de la dictadura chilena, vital en términos de inteligencia militar y operatividad logística en el teatro de operaciones. Claro está que el desenlace no podría haber sido otro que el que conocemos.

Sin embargo, el tiempo transcurrido inexorablemente nos interpela como sociedad para reflexionar de manera autocrítica: porque en Marzo llenamos Plaza de Mayo para repudiar a la Junta Militar, pero también lo hicimos para vivar a Galtieri en los días posteriores al desembarco. Porque estuvimos pendientes del mundial de fútbol, con el mismo nivel de atención que con la guerra, con una prensa obediente del poder o cómplice del mismo.

Porque permitimos la desmalvinización y no supimos valorar anuestros veteranos…

Porque esta tierra pare héroes, pero también cada tanto pare algún cipayo que solo encuentra el límite en la memoria activa de los pueblos.

Como actores sociales de nuestro país debemos mantener viva la llama de Malvinas, sosteniendo el reclamo de nuestra legítima soberanía, en paz y con firmeza, desde todo el arco político, como antes lo señalaron liberales y socialistas, desde Paul Grousaac hasta Alfredo Palacios.

Hoy, tenemos entre nosotros a aquellos soldados bajo bandera, a Roberto Abate y en sus familiares a Guillermo Duverni. En ellos nuestro pedido de perdón por el tiempo de invisibilización y el agradecimiento eterno.

Roberto es testimonio viviente de una gesta y Guillermo anda por las islas; junto a tantos compañeros; envuelta su alma en nuestra bandera.

Dos pibes del pueblo, Roberto y su carta fallida “Mami, no viajo a Casares. Nos vamos a tomar las Malvinas…”

Guillermo y su “Querida Vieja, agradezco de todo corazón lo que mandaron y si no lo disfruté yo, lo debe haber disfrutado otro y no importa, porque acá somos todos iguales. Lo único importante es que hasta ahora estamos bien y tengo fé que vamos a volver todos y nos vamos a juntar nuevamente con todas nuestras familias, que tanto se extrañan…”

Quienes propician estos valores, aún en la tragedia de la guerra, claro que vuelven, nunca se van. Son ellos la patria, caminan al lado nuestro y en el abrazo de cada vecino o en cada recuerdo permanecen por siempre en la antorcha viva de la memoria de nuestro pueblo.

(Discurso del Prof. Rubén Villalba – Carlos Casares, 2 de abril de 2024)

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