La idea de fundar el Instituto Bolivariano, hecho demorado por el alcance de la cuarentena, tiene objetivos varios: el principal, que las generaciones jóvenes de ciudadanos bolivarenses y las que llegarán inexorablemente, tengan un conocimiento pulido sobre el hombre cuyo nombre llevan el Partido y la ciudad cabecera.
Esencialmente, que lo conozcan a fondo, cuestión que en la actualidad no sucede. Y que germine una pertenencia del vecino con la figura del Libertador.
Definitivamente, que exista para los tiempos una mirada indivisa sobre tamaña personalidad histórica.
El proyecto del Instituto Bolivariano ya está en marcha. Se ha inscripto la idea en el área de Personas Jurídicas de la provincia de Buenos Aires, se trabaja en los estatutos, y han sido pedidas innumerables opiniones a vecinos y autoridades.
Goza de un respaldo importante que se espera crezca una vez fundado y en funcionamiento.
Hoy, como una suerte de deuda, el Libertador, tiene su monumento –el que donó la Embajada de Venezuela- en la primera cuadra de la avenida San Martín.
Cuenta con una calle que atraviesa los barrios Villa Casariego y Villa Melitona; y el nombre de su única esposa María Teresa Josefa Rodriguez del Toro y Alayza en la terminal de ómnibus. Y no mucho más.
Merece más. Su estampa debería erigirse gallarda e imponente en la intersección de la avenida Almirante Brown con las avenidas Alsina y Venezuela.
Es una de las esquinas con mayor circulación diaria. Sería la oportunidad justa para que el monolito no pueda serle indiferente a ningún transeúnte.
Así como ya sucede con nuestros niños que ven al Centro Cívico ideado por Bali Bucca y construido en 2015 como un escenario natural de su tierra; que los que vienen hagan lo propio con el monumento a Simón Bolívar.
Qué mejor idea para completar el mismísimo Centro Cívico que a futuro deberá albergar también tribunales de justicia ante el imparable crecimiento de la ciudad?
Deberá ser una obra pública de valor histórico y arqueológico. Y el punto de reunión para que cada 24 de julio el pueblo sea una fiesta.
Una celebración que deberá incluirse en el calendario turístico de la ciudad.
El Instituto Bolivariano comenzará cuando la cuarentena no lo impida a trabajar incansablemente en este objetivo.
Pero no será el único, ni acaso el más importante.
Bajo su égida, la idea es ponerlo en marcha en el CRUB a falta de un lugar físico propio que ojalá llegue con los años.
Hay una conversación iniciada con un empresario para que funcione en el tradicional edificio que duerme sobre el Cine Avenida si es que eventualmente se concreta una operación inmobiliaria que está en sus primeras conversaciones.
Contar con un ciclo de conferencias permanentes relacionadas al prócer y a otros íconos de la historia latinoamericana y universal.
Una biblioteca pública que se constituya en un remanso para aquellos amantes del estudio y la lectura; pero esencialmente un motor que dispare esas sensaciones en los jٕóvenes que vendrán.
Naturalmente, todo adaptado a las nuevas tecnologías.
Lograr que en los contenidos de los alumnos regulares de la enseñanza inicial; primaria y media, se incluya la obligatoriedad de analizar la figura del hidalgo prohombre venezolano. Y fomentar debates acerca de su obra en cada oportunidad pública que se presente. Que sea parte de otros acontecimientos populares de la ciudad y el Partido.
La Dirección de Turismo podría motivarse ante tamaño sueño.
En otro orden, establecer un sistema de becas para que los bolivarenses puedan darle curso a sus estudios.
La investigación histórica y la difusión del pensamiento de Bolívar darán sin duda otro horizonte a la mirada de los que nacerán en esta hermosa tierra.
Y pasado clave y modernidad se darán la mano fraternalmente para que la memoria de Bolívar brille como nunca y para siempre sostenida por el orgullo de sus habitantes. Infobis
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