Barbechos con preemergentes: Por qué en años secos la clave está en el momento

Elegir la molécula adecuada, anticiparse y encadenar residuales puede ser la diferencia entre un barbecho limpio y un lote tomado. Las recomendaciones de la Red de Manejo de Plagas de Aapresid

En un escenario marcado por la falta de agua, el manejo de preemergentes vuelve a ponerse en el centro de la escena. Siguen siendo una herramienta fundamental para mantener los lotes limpios, pero su desempeño bajo déficit hídrico cambia por completo: la activación es más lenta, la distribución menos homogénea y los riesgos agronómicos aumentan.

Desde la Red de Manejo de Plagas de Aapresid (REM) consultaron al especialista en malezas y resistencia a herbicidas, Dr. Pedro Christofoletti (ESALQ-USP), quien compartió las claves para ajustar estrategias en campañas con lluvias esquivas. El mensaje es claro: “En años secos, cada milímetro de agua cuenta”.

La eficacia no depende del producto, sino de cuándo cae la lluvia

En condiciones normales, los preemergentes forman una película activa sobre la superficie del suelo que controla la germinación de nuevas cohortes. Pero cuando falta agua, gran parte de la aplicación queda retenida en el rastrojo o en la capa superficial seca, sin incorporarse.

Esa activación incompleta genera “manchas” sin control y zonas de sobreconcentración. Por eso, explica Christofoletti, “la clave no es qué aplicamos, sino cuándo y cómo lo hacemos”.

En este contexto, el manejo debe apuntar a 4 aspectos clave:

  • 1- Elegir moléculas de baja dependencia hídrica, que puedan activarse con lluvias leves. Ejemplo: flumioxazin.
  • 2- Ajustar al máximo el momento de aplicación (dentro de los 5–7 días previos a una lluvia efectiva).
  • 3- Extremar los cuidados con alta cobertura, que pueden retener hasta la mitad del producto si no llueve.
  • 4- Rotar modos de acción, ya que la irregularidad del control en sequía aumenta la presión de selección de malezas resistentes.

Superponer residuales: la estrategia que reparte riesgos

Una recomendación central del especialista es trabajar con combinaciones y superposición de residuales. Esto implica usar herbicidas con distintos modos de acción y distinta persistencia, aplicados en secuencia estratégica.

De esta manera, cuando un activo empieza a perder efecto, otro ya está entrando en acción. Además se extiende la ventana de control y se “distribuye” el riesgo climático: si la primera aplicación no se activa, la siguiente puede hacerlo.

Un ejemplo frecuente es combinar la activación rápida de flumioxazin con la mayor persistencia de un s-metolacloro, o sumar triazinas como metribuzin o terbutilazina para ampliar espectros y estabilizar el control. Como resume Christofoletti: “Cuando falta agua, el tiempo pasa a ser nuestro herbicida más importante”.

Parámetros clave para elegir el activo

No todos los herbicidas se comportan igual en sequía. Su persistencia, movilidad y riesgo de carryover dependen de características propias, como el Koc (indica cuánto se absorbe a la materia orgánica), la solubilidad, el pKa (determina cómo cambia su forma según el pH del suelo) y el DT50 (indica la vida media que marca cuánto tiempo sigue activo).

Estos parámetros ayudan a prever qué puede pasar cuando llueve poco, demasiado o cuando las primeras precipitaciones reactivan de golpe residuos acumulados.

En este sentido, la REM cuenta con un informe técnico sobre Herbicidas en suelo que incluye una clasificación de herbicidas residuales según persistencia, absorción y solubilidad en el suelo, agrupados por familia y mecanismo de acción (MoA).

Ambiente seco: más persistencia, más riesgos

La falta de humedad también frena la degradación microbiana, por lo que moléculas como atrazina o sulfentrazone pueden mantenerse activas por más de 100 días. El problema aparece cuando, después de semanas secas, una lluvia intensa reacomoda esos activos en la zona de nacimiento del cultivo siguiente, generando fitotoxicidad.

Otro punto crítico es la cobertura: ayuda a conservar humedad, pero sin lluvias puede retener hasta el 50% del herbicida. Y el pH del suelo también importa: en suelos alcalinos, por ejemplo, triazinas e imidazolinonas pierden eficacia, mientras que los PPO se mantienen más estables.

Precisión, ambiente y estrategia

Los barbechos con preemergentes en años secos exigen una lectura fina del ambiente y decisiones ajustadas. No alcanza con aplicar el producto correcto: se necesita una estrategia pensada para condiciones reales y no para escenarios ideales.

Como sintetiza Christofoletti: “No hay herbicidas buenos o malos; hay condiciones adecuadas o inadecuadas. Nuestro rol es leer esas condiciones y ajustar el manejo”.

Casares On Line, medio perteneciente a ABOPA (Asociación Bonaerense de Periodistas Agropecuarios) y del Pool de Periodistas Agropecuarios para Expo Agro 2026

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