Una y otra vez en forma recurrente las alarmas suenan en los sectores productivos del país, y es que no solo el contexto de pandemia, las caídas en las ventas, la línea de producción con protocolos, la menor dotación de personal, las restricciones a las importaciones, la falta de insumos productivos, la inflación, los controles de precios, el exceso de burocracia normativa sin sentido, la confiscatoria presión fiscal sobre los trabajadores, productores y empresas, afectan a cada eslabón y cada cadena productiva del país.
Si no también se suma la falta de señales claras, funcionarios que despliegan su ideología, cuya semántica se muestra carente de sustento, veracidad y vacía de contenidos, que no tienen idea de cómo se genera valor en las cadenas productivas, “esto es producción señores, no sarasa”.
Las cadenas productivas nuevamente nos encontramos en alerta, frente a la incapacidad de solucionar los temas estructurales de nuestros gobernantes; el desconocimiento, la aplicación de viejas recetas poco estudiadas, con grandes falencias técnicas siempre basadas en un objetivo meramente semántico buscado por todos y con el que sin dudas todos estaremos por sí solo de acuerdo, camuflando la poca impronta intelectual, la falta idoneidad o de decisión en la búsqueda de soluciones sostenibles en el tiempo, se repiten errores pensando que la reedición de los mismos esta vez tendrá resultados diferentes.
Propuestas como la del incremento del impuesto a las Ganancias con un aumento de alícuota al 40% sin reducir ninguna otra de las tributaciones existentes, y vigentes, es una clara ignorancia de cómo se genera valor desde las cadenas productivas de la República Argentina.
Señores, en una cadena no hay más dinero para repartir en cada eslabón, que el que un consumidor final paga por un bien o servicio, la componente impositiva crece constantemente canibalizando participación dentro de ese precio final, los resultados están a la vista: el consumidor paga más caro por lo que compra y los eslabones se encuentran sin resultado para sostener ya no procesos de crecimiento productivo, sino simplemente para mantenerse en producción.
Según un informe del FMI (Fondo Monetario Internacional) Argentina posee la mayor carga tributaria de América Latina con el 58%, si se suman los tres estamentos del Estado: Nacional, Provincial y Municipal.
Un informe del Banco Mundial expresaba que la presión impositiva en la Argentina era la segunda a nivel global. Más allá de los informes, lo cierto es que en un país donde hay más de 169 tipos de tributaciones distintas y 35.000 normativas, sumado a que 14 impuestos se crearon o aumentaron en el último año, se generan toda clase de distorsiones desde impuestos en cascada como el de Ingresos Brutos, pasando por superposiciones impositivas como la del impuesto al cheque (pagas un impuesto por pagar impuestos), hasta la falta de ajuste inflacionario en el impuesto a las Ganancias, y ahora con riesgo de sumar más presión fiscal, a una mochila a un bolsillo que ya no da más.
Esta es una de las razones por las cuales hace más de una década que no crecemos. Dicen que la experiencia es solo experiencia si se aprende de ella, Argentina choca una y otra vez con la misma piedra, o mejor dicho sigue lastrando la mochila del Estado afectando de todas las actividades productivas y no es cierto que el Estado se esfuerce porque lo que se esfuerza es la espalda productiva del país y no la mochila.
Argentina tiene una tasa de mortalidad de pymes altísima y la duración promedio de las mismas es de tres años, las estadísticas rubrican que la presión impositiva y los altos costos laborales debido a los impuestos al trabajo pican en punta como los motivos principales.
Hoy el 77% del ingreso del productor termina en manos del Estado, con el 23% restante el productor debe pagar todos los costos de producción, vivir y reinvertir.
Las empresas crecen inversamente proporcional a los retiros (Impuestos en este caso) que se hagan de la misma, la alta carga impositiva reduce beneficios y deja menor capital para reinversión productiva, quita capacidad de buffer frente a situaciones adversas como sequías, inundaciones e incendios, se afecta la resiliencia del productor en una industria que es a cielo abierto, esto genera desincentivos productivos, una pauperización de la producción y por último el abandono y la salida del sector de ese productor.
Nuestros representantes muy lejos de generar los mecanismos adecuados por parte del Estado, y una participación virtuosa del mismo, recurren a recetas de probada improductividad en base a las urgencias de las necesidades de financiamiento no se toman en cuenta como es el mecanismo de generación agregado de valor, en Argentina lo urgente se vuelve constante pero los problemas de fondo nunca se solucionan.
Para un productor, un empresario pyme, un trabajador, que ponen en juego constantemente no solo su capital, sino también su esfuerzo, su tiempo; con la esperanza de mejorar y mejorar a su entorno, y si se equivoca responde con ese capital (que no es solo dinero, sino también tiempo de vida), es muy difícil entender la incomprensión de aquellos que tienen que velar por el desarrollo productivo del país, con intervenciones virtuosas y no viciosas.
Si este proyecto de aumento avanza, el resultado será inequívoco, las empresas tendrán que entrar en un esquema defensivo para poder sobrevivir, no tendrán recursos para crecimiento ni para resiliencia y solo será cuestión de tiempo para que las mismas engrosen las estadísticas funerarias de las pymes argentinas, de esta manera, que la producción argentina que en paz descanse.
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