Elabora sus prendas en el norte argentino y desde allí viajan a todas partes del mundo; “Mi cable a tierra es ver la gente de campo vistiendo mis ponchos”, destaca
(Por Belkis Icela Martínez | Agrofy News) “Lo que me da de comer es el campo”, dice Sebastián Borrás, de 41 años, para aclarar que su principal clientela son los gauchos que usan sus prendas para trabajar. Pero también han sido elegidas por algunos famosos para lucirlas como una insignia argentina, como fue el caso de Diego Maradona allá por 2013 en una entrega del Balón de Oro. También los usó la actriz Cameron Díaz en 2007 en Perú, y el más reciente: Mauro Icardi en su casa de campo en Milán, Italia, en una fotografía que se hizo viral en las redes sociales en los últimos meses.
Sebastián es un agradecido con la gente del campo que lo ha apoyado en los últimos 20 años de su carrera. Si bien sus prendas son muy elogiadas por los camperos que las usan en eventos rurales y su día a día, sus tejidos también han enamorado a los famosos por la delicadeza de las terminaciones. Así fue como “conquistó” a Cameron Díaz en un efímero encuentro en un bar en Cusco, Perú, cuando ella se quedó embelesada por los detalles de su poncho e hizo todo lo posible para comprárselo.
“Hace unos años estaba en un bar en Cusco y estaba con un poncho. En ese mismo lugar había una rubia que me miraba mucho, yo pensaba que era a mí -ríe a carcajadas-. Se me acerca alguien del séquito suyo y me dice: ‘ella es Cameron Díaz y quiere tu poncho’. No me miraba a mí, sino a mi poncho”, relata entre risas sobre aquel encuentro con la actriz. Efectivamente, Sebastián se sacó la prenda y se la vendió al mismo precio que vende los ponchos en una jineteada. “Le vendí el poncho que tenía encima y no le subí el precio porque era Cameron, tampoco se lo regalé. Fue una cosa circunstancial: Cameron estaba haciendo una grabación de un documental en Machu Picchu y yo estaba de visita por ahí”, cuenta.
Esta es la primera vez que Sebastián cuenta en público su “relación” con los famosos. Prefiere el anonimato, dice, aunque desde que el marido de Wanda Nara lo arrobó en Instagram, le explotó el teléfono de llamados para saber si tenía algún vínculo con el delantero del PSG y de seguidores que se enamoraron del poncho y comenzaron a pedirle que les haga la misma prenda. “Nunca careteé con eso. No me gusta colgarme de estas situaciones y no me gusta hablar de los personajes famosos, porque los que me cambiaron la vida son otros”, sostien
En medio del fenómeno Icardi-Wanda, hubo quienes le pidieron la misma prenda que usa el delantero en las redes sociales, pero tiene una regla inquebrantable que hace imposible que esto suceda. “Me explotó el teléfono porque todos quieren el poncho de Icardi. No lo hago nunca y no lo voy a hacer ahora: en 20 años nunca vendí un poncho igual. Son todos distintos”, asegura. Las piezas las vende a través de las redes sociales y WhatsApp. Así fue como lo contactó el futbolista cuando en Europa todavía estaba haciendo calor, para pedirle un catálogo de lo que tenía en stock.
Comprá merchandising de campo
“Icardi me contactó como cualquier otro cliente, me dijo que quería un poncho. Al principio, no sabía quién era hasta que le pedí los datos para hacerle el envío. Ahí me di cuenta de que era él”, explica. Durante la conversación en la que ambos hablaron sobre las prendas en catálogo, el futbolista tuvo un gesto muy humilde que comprobó tiempo después en público. “Me dijo: ‘Ahora hace calor, pero cuando lo estrene y lo use te mando fotos”, recuerda que fueron sus palabras de agradecimiento. Y así lo hizo el 7 de noviembre pasado en una postal que compartió en Instagram en pleno otoño europeo. “Cuando lo usó me etiquetó en la foto. Yo me enteré el día que la subió, porque justo coincidió con un viaje que tuve a Europa y todos pensaron que iba a ver a Icardi y no”, relata.
Una y otra vez, Sebastián aclara que para él todos sus clientes son iguales y desde hace dos décadas trata de atender a todos del mismo modo que lo hace con una figura de renombre internacional. Lo mismo hizo cuando parte del entorno de Diego Maradona lo contactó con un pedido especial del Diez: un poncho de vicuña. “Se le metió en la cabeza que quería tener un poncho de vicuña. Tenía un evento, no me acuerdo de qué era, pero me llamó alguien del entorno de él para ver si era posible, así fue que el único poncho de vicuña que tuvo Diego se lo vendí yo, y lo pagó como lo hubiese pagado cualquiera. Era marrón, de la lana más cara del mundo”, sostiene. En efecto, Maradona usó aquella prenda durante la entrega del Balón de Oro de Argelia, allá por 2013 en una gala a la que asistió acompañado de Rocío Oliva, quien era por entonces su pareja.
Por qué todos sus ponchos son distintos
Para Sebastián, la elaboración de cada poncho depende de la inspiración, las manos y la intensidad con que se haga porque se va “tensando, peinando” y “si se hace con intensidad se cortan los hilos”. Puede pasar entre una semana y 12 días entre remiendos hasta conseguir la prenda soñada. En ese tiempo juega con la combinación de colores y los diseños que surgen en el momento de la inspiración y su idea en la cabeza. Además, trata de ponerse una meta y un reto para hacer algo distinto y no caer en la industrialización. Este es uno de los principales motivos por los que no hace ponchos a pedido, ya que trata de que no se parezca uno del otro. “Hago lo que siento. Ahora estoy pasando por un momento de hacer cosas a colores. Con diseños no muy elaborados, porque no tengo el don y el arte que tienen los peruanos. Mucha gente me manda diseños para que se los replique, pero no tengo ese arte. Son diseños del altiplano, de la cultura inca y coya. Yo trato de jugar con los colores típicos de acá, donde siempre está el rosado y naranja”, describe.
Los ponchos que elabora Sebastián son de fibra de camélidos, de llama, alpaca y vicuña, donde la vicuña es la más cara del mundo. El valor del poncho está en el tipo de lana. De hecho, el más caro que tiene en catálogo, dice, tiene un costo de alrededor de 25 mil pesos y es del mismo tejido que el que tiene Icardi. “Cuesta lo mismo un poncho tanto para Icardi como para el señor Natalio de Río Cuarto, para cualquiera cuesta lo mismo”, aclara. En tanto, un poncho de llama, rayado, hoy vale 17 mil pesos. La alpaca la importa desde Perú, a donde viaja cada tanto para proveerse de todos los materiales necesarios para tejer, con excepción de la llama que es 100% argentina. “El poncho de Cameron es de llama argentina”, aclara.
Todas las prendas tienen el mismo costo que va de acuerdo a la fibra, sin importar quien lo compre o desde dónde. Es decir, el mismo precio cuenta para un argentino como para un extranjero. “Hago envíos internacionales. Acabo de mandar uno a Montreal, Canadá, y no pongo el precio según el lugar a donde vaya”, justifica y advierte que con la pandemia fluyeron mucho los envíos al exterior. Aparte de los países vecinos como Brasil, Chile y Uruguay, el norte de Estados Unidos y el centro, norte y este de Europa fue a donde más realizó despachos.
Este año se tornó un tanto difícil conseguir los materiales necesarios para Sebastián, ya que el sector está supeditado a los climas y la época. “Hubo una sequía tremenda. Fue malísimo. Se murieron muchos animales por eso y este año va a ser lo contrario, va a llover muchísimo. Los animales sufren la humedad y también mueren por eso”, afirma. En el caso de la vicuña, un animal que está en peligro de extinción, la única forma de producir la fibra es a través de los criaderos, que están sumamente reglamentados. Esto tiene que estar constatado y controlado por los organismos de medio ambiente de las provincias, que se encargan de verificar que la fibra provenga, efectivamente, de animales de criaderos y no de la fauna silvestre.
El feeling con el campo
“Mi pergamino no es haberle vendido a fulano o sutano, mi cable a tierra es ver la gente de campo vistiendo mis ponchos. Son los que me acompañaron durante todos estos años”, subraya agradecido y explica que lo mejor que tiene es ese feeling con la gente de las zonas rurales. En Instagram comparte las fotografías que le envían los clientes satisfechos y de esta forma consigue la famosa publicidad orgánica: “Una de las fotos que me gustan son dos gauchos con un rastrojero cayéndose a pedazos, es gente rural, trabajando bajo la nieve”.
“Mi orgullo pasa por el reconocimiento de la gente de las jineteadas, los que reconocen mi trabajo: mis ponchos. Y ahí hay lindos, feos, de todo. El que me dio de comer toda la vida es el campo. El laburante que usa el poncho, porque para el gaucho es una prenda de trabajo”, reflexiona sobre lo que ha recibido de parte de las zonas rurales. “En el ambiente gaucho soy medianamente conocido. Me muevo mucho por el interior, en las domas. Tengo una clientela más o menos fluida, pero lo que me permite hoy mostrar las cosas es el Instagram. Si la gente pregunta que quiere tal poncho les explico todo, que no hago ponchos iguales y entonces envío el catálogo y ellos deciden”, finaliza.
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