Se multiplican los ataques a silobolsas y el Gobierno sigue sin condenar a los “revolucionarios del tramontina”

Más y más ataques a los silobolsas. Por todos lados. Resulta muy fácil tajear esos enormes chorizos blancos; alcanza con una llave puntiaguda o un alambre o un simple tramontina para destripar el trabajo de un montón de gente que muy lejos está de formar parte de una oligarquía que solo existen en el imaginario de cierta militancia trasnochada.

Nada que ver: la verdadera oligarquía vive cómoda en las ciudades y no se ensucia las manos ni vive respirando el polvillo de la cosecha y del embolsado de los granos. No pierde horas bajo el sol esperando los camiones que no llegan debido a que el intendente cerró todo por temor a la pandemia y a su propio futuro electoral. La oligarquía, que rara vez se dedicaría a producir, no guarda su único ingreso en estas bolsas porque está calzada en Lebac, Lepuc y la mar en coche. Tiene refugios mucho más sofisticados.

Más ataques a silobolsas, se renuevan. Convocan lo peor de los argentinos, los recelos más ingratos de nuestra historia. Aquí un chorizo roto. Allá otros cinco. Más allá tajearon seis. Ayuda la época porque estamos terminando la cosecha. Pero ayuda sobre todo que desde ciertos sectores políticos este tipo de hechos se celebran con perverso regocijo. Los que siembran odio no tienen donde guardarlo y por eso lo malgastan de estos modos.

Chicos y grandes perjudicados

 Suelen ser las víctimas los productores más pequeños, que son los que están más cerca de los lugares poblados y no tienen demasiada chance de confeccionar el silo más lejos de la ruta o del camino, simplemente porque su alambrado llega hasta ahí nomás, hasta antes de la lomada.

Los ataques a silobolsa se repiten por estos días y no tienen mayor sentido que el hacer daño, porque en la inmensa mayoría de los casos ni siquiera se produce el robo de la mercadería. Es joder nomás, lastimar a quien nos han dicho es nuestro enemigo, porque llevamos años y años de cantinela sobre un agro que especula con la soja aunque en realidad la guarde como quien tiene un ingreso mensual y lo estira para llegar a fin de mes. Como un canuto.

CRA (Confederaciones Rurales Argentinas), emitió un comunicado sobre el asunto y definió a los responsables de este nuevo desatino histórico, que resulta ofensivo para la inteligencia de los argentinos. Responsabilizó a quienes se solazan con esos ataques como “los repartidores de sudor ajeno”. Serían quienes “hablan de la cosecha como si fuera de todos y dejan al productor que soporte la inversión y el riesgo”.

El riesgo agropecuario ya era climático y de precios, que dependen de los humores de Trump y de un chino. También eran de retenciones y de crisis cambiarias. Ahora resulta que al riesgo se le sumó la posibilidad de que algún pelotudo con tramontina se las crea el justiciero.

Más y más ataques, se multiplican. Según el comunicado de la entidad rural, esta oleada “parece estar estrechamente vinculado a un odio ideológico hacia el campo que encuentra su canalización en romper silobolsas para expresar su locura y violencia”.

Luis Basterra es peronista y parte de este gobierno como ministro de Agricultura. Cuando anunció los reintegros a los pequeños y medianos productores de soja que el Gobierno prometió como un acto de justicia, él mismo dijo que el 74% de los productores de ese grano, unos 42 mil en total, había cosechado menos de 1.000 toneladas. Pero más de la mitad de ellos, unos 21 mil, está en el segmento de hasta 200 toneladas. Esa es la cantidad de soja que entre en un bolsón. Hay más de 20 mil productores que no tienen más que eso.

Mirá si serán hijos de puta estos supuestos héroes anónimos que van y en la oscuridad tajéan ese plástico donde ese tipo de productor guarda su soja para venderla en el momento más oportuno, o cuando deba pagar los insumos que utilizó para la siembra que pasó, o los insumos que necesitará para volver a sembrar, porque el campo es una rueda.

Más y más ataques a silobolsas

Se multiplican sobre todo porque la policía casi no investiga esos hechos y la justicia se entromete mucho menos. Total al campo le sobra lo que a todos les falta, suponen.

Lo dice también el comunicado de CRA: “De los cientos de casos ocurridos en estos años no conocemos un solo hecho esclarecido, identificados sus responsables y condenados por la justicia. Este punto resulta central, muestra una justicia paralizada, incapaz de proporcionar mínimamente una respuesta ante fenómenos que se acrecientan y lo seguirán haciendo en la medida que no reciban su castigo”.

A mi juicio estos hechos, que por cierto no dejan de ser delictivos por más pátina ideológica que uno pueda ponerles encima, crecen especialmente porque nadie desde al arco político se ha detenido un momento a advertir sobre ellos y condenarlos a viva voz. La comunidad agropecuaria, es verdad, ya no espera ese gesto de algunos políticos. Pero sí de los que tienen responsabilidad institucional.

Más y más ataques a silobolsas. A esta altura parece necesario que Alberto Fernández, que ha estado muy absorbido por la crisis sanitaria por el coronavirus, asome su mirada por un momento de entre tantas filminas para dirigirla campo adentro. Si silencio vale doble, porque muchos productores presienten que gran parte de estos ataques parten de las filas de militantes de su propio movimiento. Y que se basan en medidas adoptadas por su propio gobierno, como la restricción de créditos desde el Banco Central o la sorpresiva decisión de la AFIP de pedir ahora datos que obligatoriamente se le tienen que enviar en octubre.

“En épocas de pandemia, con rutas fuertemente custodiadas para los ciudadanos honestos, cuesta entender que puedan circular delincuentes a romper silos y que jamás se los pueda identificar. Un Gobierno que dice ser para todos, debiera tener una respuesta contundente para evitar tanto vandalismo artero”, bramaron los dirigentes de CRA.

Más y más ataques a silobolsa. Un tajo en el plástico puede resultar divertido para ciertos justicieros del tramontina, revolucionarios de cabaret. Pero no es divertido para un país en crisis como el que tenemos ahora, y que deberá extremar sus esfuerzos y solidaridades para salir adelante.

Ese tajo es una herida abierta en el orgullo de la gente que trabaja. Solo por eso debería ser deplorado.

Fuente: Bichos de Campo

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