Desde esta querida capilla de Nueve de Julio, estamos celebrando la solemnidad de Nuestra Señora de Luján, su patrona y patrona de la nación Argentina. Este año también conmemoramos el centenario del nacimiento de ese gran hijo de la tierra nuevejuliense que fue el cardenal Eduardo Francisco Pironio quien -como bien sabemos- estuvo tan ligado a la Virgencita de Luján no solamente por los acontecimiento importantes de su vida como su mismo nacimiento u ordenaciones diaconal, sacerdotal y episcopal sino también por una tierna y ferviente devoción a María en esta advocación. Una de las páginas más lúcidas y esclarecidas de su magisterio, que aún mantiene su vigencia, es “Meditación para tiempos difíciles”. Recomiendo volver a leerla porque nos viene bien y hace mucha falta en esta hora compleja y angustiante tanto para la patria como para el mundo entero. Ellas alientan nuestra esperanza, confianza y responsabilidad.
Hoy la palabra de Dios, en la segunda lectura de san Pablo a los cristianos de Éfeso, nos habla, con el lenguaje tan profundo del Apóstol, del plan o proyecto de Dios para con la humanidad: un llamado a ser hijos y hermanos, a ser familia. No son frases hechas o bonitas o lugares comunes. En momentos de tanta incertidumbre, donde la vida se ve amenazada por una pandemia global, la economía se resiente, aumenta la pobreza y tantos otros problemas derivados, nos angustiamos, crece la incertidumbre y aparecen la tentación egoísta del “sálvese quien pueda” o “tirar cada uno para su lado”. Reaparecen los prejuicios ideológicos o los intereses de sector. Qué es lo más importante la economía o la salud. Problemas ciertos y complejos de no fácil resolución. Por eso mismo, si nos dejamos llevar por el miedo, la mezquindad u otros intereses inconfesables, todo puede ser peor.
El papa Francisco en su memorable discurso del atardecer lluvioso del 27 de marzo -que no debemos olvidar- cuando la pandemia ya era global, decía “Nos dimos cuenta que estábamos en la misma barca”. Es fundamental y necesario tenerlo presente en este momento de la historia del mundo y de la patria. Ciertamente los problemas son complejos. Aparecen intereses diversos y opuestos. Diferentes opiniones y opciones para solucionarlos. Deberemos hacer un gran esfuerzo de magnanimidad, diálogo y acuerdos lo más justos posibles. Y, por sobre todo, no debemos ni podemos ceder a la tentación del egoísmo que descarta, suprime y tira afuera a quien aparentemente “sobra”, los pobres, los ancianos, los niños por nacer, las personas privadas de su libertad, los enfermos terminales… y podríamos seguir la lista. Sería caer en una lógica autodestructiva que, tarde o temprano, termina también por alcanzarnos a todos incluyendo a quien la sostiene, propugna y provoca. Es una dinámica perversa que nos “auto-devora”. ¡Tengámoslo claro! El esfuerzo por buscar, alcanzar y preservar el bien común, conjugando generosidad y sacrificio, es indudablemente un reflejo y eco de la más genuina y mejor caridad cristiana.
En su fiesta, María de Luján nos recuerda qué somos parte, como Iglesia y como nación, de una misma familia: hijos de un Padre Dios y de una Madre, María, figura de la Iglesia. Y, por eso mismo, hermanos entre nosotros. Unidos en familia podremos afrontar y superar esta inédita difícil coyuntura histórica. ¡Estamos todos en un mismo barco transitando la tormenta! ¡Unidos como una sola familia superaremos esta pandemia y sus consecuencias! En el salmo cantábamos a la grandeza y la humildad de María: desde la humildad de lo cotidiano, hizo su aporte a la obra de la salvación que cambió la historia. Hoy nosotros estamos llamados a asumir esta hora de la historia con fe, generosidad y esperanza. ¡Unidos, pongámonos manos a la obra, sostenidos por la intercesión de nuestra Madre de Luján!
Ariel Torrado Mosconi – Obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio
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